La E-M5 inauguró la saga, y tras ella la E-M1 se acercó a los usuarios más avanzados para convertirse en una de las cámaras más respetadas de Olympus en los últimos años. El siguiente paso era lógico: acercar las OM-D y su diseño de aires clásicos a un público más amplio con un modelo pequeño y asequible. El resultado es esta OM-D E-M10 que acaba de ser presentada y con la que hemos podido pasar unos días. Suficiente tiempo para comprobar que la esencia de la E-M5 sigue en este tarro más pequeño, aunque por desgracia se queda por el camino el estabilizador de 5 ejes y el cuerpo sellado. Eso y la insistencia de Olympus por relegar el vídeo a un segundo plano son las principales carencias de la nueva Micro Cuatro Tercios.
Que las OM-D de Olympus triunfan más en los escaparates que las Pen no es ningún secreto. Sea por su diseño, por la filosofía que encierran, por el visor integrado o porque sencillamente gustan más a primera vista, el caso es que tanto la E-M5 como la E-M1 han cosechado críticas muy positivas, y en cierto modo incluso han puesto de moda su estética.
Así que el siguiente paso era más que previsible: un modelo de dimensiones algo más comedidas y sobre todo un poco más asequible para conseguir popularizar esta saga. Una idea que materializa la OM-D E-M10 y que llega además en un buen momento, porque como vimos hace poco, la E-M5 ha ido perdiendo fuelle y competitividad con el paso del tiempo ante los modelos presentados por otras firmas en este mismo segmento.
Basta con colocar la E-M10 junto a la E-M5 para comprobar que la más pequeña de la familia apuesta por el continuismo. Puede que incluso demasiado si lo que Olympus pretende es seguir vendiendo su E-M5 y dejar claras las diferencias entre ambas para justificar que la E-M10 cueste 250 euros menos (unos 600 euros) que su hermana mayor. Pero, efectivamente, eso es problema de la compañía japonesa, no de los usuarios.
Así que, con unos parecidos tan evidentes, no merece la pena detenerse a desgranar los detalles de la ergonomía y el diseño de esta cámara, porque todo lo dicho sobre la E-M5 –lo bueno y lo malo- es directamente aplicable a la nueva OM-D.
Nos gusta el aspecto de la cámara –es de esas que gusta lucir al cuello- y su buen equilibrio entre tamaño y peso. Con el nuevo zoom motorizado de 14-42 milímetros el conjunto es realmente compacto, perfecto para llevar a todas partes, aunque ya veremos que la comodidad a la hora de manejar este objetivo se resiente.
La empuñadura es algo pequeña (como en la E-M5), aunque tampoco es éste un cuerpo pensado para montar grandes ópticas. En cualquier caso, si alguien planeaba hacerlo, mejor que lo tenga en cuenta y se haga con la empuñadura vertical que podrá comprarse por separado. Un accesorio que, por cierto, llega con un ingenioso sistema que permite acceder a la batería y la tarjeta sin tener que desmontarlo.
Buena nota también para los dos diales de control y los botones de función configurables, pese a que están embutidos en un espacio lo suficientemente pequeño como para que su manejo no sea tan cómodo como quisiéramos. Entre éstos y los pulsadores traseros podemos acceder a la inmensa mayoría de opciones de la cámara de forma muy cómoda.
Más pequeña que la E-M5 y sin la misma estructura sellada, los parecidos entre la nueva E-M10 y la pionera de esta saga son enormes
No es la E-M1, claro, ni disponemos de ese interruptor para duplicar la función de cada mando, pero eso sería mucho pedir en esta categoría y por ese precio. Por otro lado, la propuesta de este modelo para controlar la sensibilidad y el balance de blancos –consistente en pulsar un botón de función y accionar simultáneamente uno de los dos diales- también resulta bastante práctica.
También nos encontramos con algunas de las funciones comunes en esta saga y que da la sensación de que tienen más protagonismo que uso real para la mayoría de usuarios. Es el caso, por ejemplo, del llamado “generador de color” (accesible a través de la opciónmultifunción configurada de serie para el botón “Fn2”), que permite ajustar de forma personal y muy gráficamente el tono y la saturación de la imagen.
En el otro extremo, a la E-M10 no le faltan los ya omnipresentes filtros artísticos y todo tipo de modos automáticos. Incluido el que ya hemos visto en muchas otras cámaras de Olympus y que nos permite crear composiciones con varias fotos.
Puestos a señalar un mando que sigue sin convencernos, insistimos: el interruptor principal de las OM-D resulta poco práctico en esa posición. Tal vez sea cuestión de acostumbrarse, pero ya es la tercera cámara de esta familia que pasa por nuestras manos y no acabamos de cogerle el truco.
Uno de los rasgos distintivos de las OM-D de Olympus es el visor electrónico situado en el centro de la cámara y que emula el pentaprisma de las réflex. La E-M10, pese a ser la pequeña y más económica de la familia, no es una excepción, y monta el mismo visor electrónico de 1,4 millones de puntos que la E-M5.
Aunque no está a la altura del usado en la E-M1, su comportamiento, resolución y refresco son más que correctos. Sobre todo si echamos un vistazo al escaparate actual y descubrimos que, con un precio de 600 euros, la E-M10 es a día de hoy la cámara de óptica intercambiable con visor electrónico más económica del momento.
¿Dónde está entonces el truco? ¿Qué se ha dejado por el camino la E-M10 para ser más pequeña y abaratar costes? Aunque su lista de especificaciones es muy completa y cueste echar en ella algo de menos, hay dos prestaciones de la E-M5 que aquí se han quedado por el camino: el cuerpo sellado y el estabilizador de 5 ejes.
En su lugar, la E-M10 emplea un estabilizador más básico, con 3 ejes para compensar la trepidación en el momento del disparo. Aunque el mecanismo de 5 ejes se agradece –sobre todo a la hora de grabar vídeo-, tampoco tenemos queja del comportamiento de la E-M10 en este campo. Sujetando bien la cámara y apoyándonos en el ocular, hemos conseguido imágenes salvables a 1/15 y 1/10 de segundo con la focal más larga del mencionado zoom de 14-42 milímetros, equivalente a 84 milímetros.
Pese a utilizar el procesador TruePic VII de la E-M1, la velocidad de disparo de este modelo es ligeramente menor que la de la E-M5: frente a los 9 fotogramas por segundo, esta cámara se conforma con 8 disparos por segundo en su modo más rápido, en el que tanto el enfoque como la exposición quedan fijas.
En cualquier caso, el buffer es un tanto limitado si queremos disparar con la ráfaga más rápida, puesto que tras unos 15 disparos en JPEG, éste pierde fuelle –aunque sin llegar a detenerse-, y combinando JPEG y RAW, apenas es posible llegar a una docena de imágenes antes de que la cámara se detenga.
Junto a este nuevo cuerpo Micro Cuatro Tercios Olympus ha estrenado también un diminuto zoom de 14-42 milímetros que se plantea como su pareja perfecta. Un objetivo realmente pequeño que sigue la estela del Lumix de 12-32 milímetros diseñado para la GM1 de Panasonic, pero que en este caso apuesta por un sistema motorizado.
No hay cambios en la cobertura focal (equivalente a 28-84 milímetros) ni en la luminosidad (f3.5-5.6) respecto a su antecesor, pero salta a la vista que sí hay diferencias de tamaño frente al zoom de despliegue manual que acompaña a la mayoría de modelos Pen.
Y también las hay en el apartado del precio. Así, la E-M10 estará inicialmente disponible en sendos kits formados con el nuevo zoom y el modelo anterior por 800 y 700 euros, respectivamente.
Respecto al enfoque, su funcionamiento es bueno en cuanto a velocidad, ruido y precisión: perfecto en escenas con iluminación correcta y algo más indeciso cuando hay poca luz o sobre todo cuando tiene que enfrentarse a situaciones con poco contraste. En ese caso acaba dando con un punto de foco, pero le cuesta algo más de lo que nos gustaría.
Como ya hemos comentado, la E-M10 recurre al mismo sensor que la E-M5, es decir, un CMOS de dimensiones Cuatro Tercios y 16 megapíxeles de cuyo rendimiento no podemos tener muchas quejas (si bien es cierto que la E-M1 consigue situarse un poco por encima en el apartado de la calidad de imagen).
Las mejoras en el procesador y el zoom motorizado, unidas a la buena gestión del color y los excelentes JPEG directos, obligan a hablar en positivo del rendimiento de la nueva OM-D de Olympus
El captor es el mismo aquí, pero la buena noticia es que el procesador TruePic VII heredado del buque insignia de la firma promete mejorar los resultados en lo que respecta sobre todo al control del ruido. Un argumento bastante recurrente que suele provocarnos un automático gesto de escepticismo.
Para salir de dudas lo comprobamos disparando la misma foto a 200 y 6.400 ISO con la E-M5 y la E-M10, ambas armadas con el pequeño zoom de 14-42 milímetros motorizado. Como era de esperar, a 200 ISO no se aprecia ninguna diferencia. Pero, grata sorpresa, la mejora a 6.400 ISO es evidente tanto en lo que respecta a la reducción del ruido de la imagen como al nivel de detalle que ésta conserva.
No hay que perder de vista que no se trata de un gran salto –hablamos de imágenes a 6.400 ISO y revisadas con lupa-, pero bienvenida sea esta mejoría en el control del ruido, tradicionalmente uno de los puntos débiles de las Micro Cuatro Tercios por su menor tamaño de sensor respecto a un cuerpo con captor APS-C.
Estas mejoras en el procesador y en el zoom motorizado, unidas a algunos de los rasgos ya conocidos de las Olympus –buena gestión del color y excelentes JPEG directos-, obligan a hablar en positivo del rendimiento de esta E-M10 en cuanto a calidad de imagen.
La batería que incorpora la nueva cámara es la misma de 1.150 mAh empleada por muchos otros modelos de Olympus, incluida la E-M5. Respecto a su autonomía, aunque los datos oficiales hablan de 330 disparos, en nuestro caso, sin apenas usar la conexión Wi-Fi ni la grabación de vídeo, hemos sobrepasado las 400 fotografías y sólo una de las tres señales de carga del indicador de batería ha desaparecido.
Pese a que con los modelos más sencillos resulta imposible no alzar la vista para ver lo que ofrecen sus hermanas mayores y a lo que hay que renunciar, en el caso de la E-M10 el acuerdo que propone Olympus nos parece muy justo. Al menos para el usuario, porque la verdad es que ahora mismo nos costaría recomendar una E-M5 con este nuevo modelo en los escaparates.
¿Qué perdemos? Básicamente el estabilizador de 5 ejes y el cuerpo sellado. A cambio tenemos una cámara algo más pequeña, muy capaz –incluso con mejor calidad de imagen- con flash y Wi-Fi, y considerablemente más barata. Y ello sin renunciar a un diseño muy atractivo y a un visor electrónico que hasta hace bien poco resultaba imposible de imaginar en una cámara de sólo 600 euros.
Nota: las tarjetas de memoria que aparecen fotografiadas en este artículo han sido cedidas por SanDisk como parte de un acuerdo publicitario alcanzado entre esta compañía y Quesabesde.